Se discuten entre ellos
a gritos, maldiciendo.
Se quedan en silencio,
la mirada perdida
en otras vidas.
Sentados en el banco del paseo
miran como se oxida la mañana.
Se rascan la miseria
que acumula en sus pieles lo vivido.
Te imploran una ayuda,
te exigen y te insultan
entre gritos
y te olvidan. Saben que sus caminos
se alfombran con los huesos
de carne sin futuro,
con la corteza de panes
ya sin miga.
Ajenos a tus prisas y a tus miedos
hace tiempo que saben que las risas
solo las trae
el viento de un mal vino.
SOCIEDAD / UN PAÍS ANÓMALO
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Hace 3 horas
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