domingo, 12 de abril de 2009

"El corrector"

Acabo de leer "El corrector", de Ricardo Menéndez Salmón (Seix Barral Biblioteca Breve), una reflexión sobre la confrontación entre el lenguaje y la realidad a la que pretende proximarse, a la que se entrega aquel 11 de marzo de 2004 un escritor que ha abandonado desde hace un tiempo la creación literaria y que se dedica a la corrección de galeradas. Es precisamente mientras corrige "Los demonios", de Dostoievski, cuando se entera de la masacre de Madrid. El narrador dice que toda nuestra vida "es una gran mentira, una sombra, un intenso simulacro..." y que "para habitar esa mentira, para reconciliarnos con esa sombra y ese intenso simulacro, para conciliar todo lo que sabemos con todo lo que podamos soportar saber, es para lo que existen cosas como la literatura" y, añado, esos agarraderos como el amor y lo cotidianamente acogedor que nos brindan los lugares y personas donde nos refugiamos.

En aquellas horas terribles de goteo de muertos y heridos que nos afectaban especialmente por sentirlos más próximos, reconocidos en su anonimato, la manipulación intencionada de la información mostraba lo sucedido a través de reflejos o sombras como las que veían los moradores de la caverna de Platón. Frente a eso, el corrector, hermanado a lo escrito hace muchos años y que nos sobrevivirá a todos los lectores, intenta agarrarse a los escasos asideros que la vida nos ofrece.

El corrector trabaja pacientemente con su lápiz intentando evitar la inercia a que puede conducirle la reiteración de lo corregible. El lápiz de Ricardo Menéndez Salmón, que con gusto empuñaríamos muchos, corrige también una vez más la gran mentira que se instaló en los voceros oficiales aquellas horas de marzo del 2004.

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