domingo, 8 de febrero de 2009

España de Manuel Vilas


Este ha sido el segundo de los libros de DVD Ediciones que he leído últimamente (el otro es Los últimos días de Michi Panero, de Miguel Barrero, que figura entre los recomendados de este blog desde su inicio).

Ya son muchas las reseñas que se han publicado sobre el libro y es inútil competir con la erudición y capacidad de análisis de muchas de ellas si no es desde la subjetividad emocional de cada cual. Siempre me ha parecido complicado y de alto riesgo el formular conclusiones sobre lo que otros quieren decir cuando hablan o escriben, por lo que -deudor que soy de mi formación jurídica- el artículo 3.1 del Código Civil vigente constituye una herramienta fundamental para la labor interpretativa. Dice el precepto en cuestión

"Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativo y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas."


Pues bien: con un estilo muy propio que hace aparecer a menudo recursos literarios personalísimos, Manuel Vilas monta con los relatos que integran su España un collage identitario que se extiende en el tiempo y el espacio. A menudo cuesta al lector que no es el propio Manuel Vilas o un exégeta alcanzado por algún don divino -que haberlos al parecer los hay- interpretar el texto de acuerdo con el primer mandato del ya citado artículo 3.1, esto es, "según el sentido propio de sus palabras", pero eso no debe asustarnos, por cuanto, a poco iniciados que estemos en el mundo literario no será ésta la primera vez que nos ocurra. En todo caso, llegados a ese punto de impasse, el Código Civil nos abre el ancho campo de poner en relación las palabras con su contexto general "atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas" y así comprendemos qué le duele a Manuel Vilas y cómo nos lleva de la plasmación del Negativo Objetivable de Experiencia Vital que a nadie le es ajeno, al Ya nadie ama a Jesucristo, real como la vida -literaria- misma, y a las identidades y desidentidades de la España del autor, que a menudo uno reconoce como propia.

Yo creo que España es un libro subversivo en el buen sentido -¿existe otro?- de la palabra y gran parte de esa subversión se encuentra en las hilarantes notas a pie de página, alguna de las cuales tiene una evidente carga marxista (de Groucho) como la que en parte transcribo de la página 193:

"Por si España se traduce: Huesca, provincia de Zaragoza, que es provincia de Toledo. Son ciudades vascas, del Siglo XV. Ciudades que dieron origen al Reino de Murcia. El Reino de Murcia fundó España, con la coronación del rey Benicarló VI, conocido con el sobrenombre de 'el portugués'. Bueno, todo son antiguas ciudades-estado de España."


Benicarló, población costera de Castellón, se incorporó para siempre a las letras españolas mediante La velada en Benicarló, obra teatral del republicano Manuel Azaña situada en el Albergue (hoy Parador de Turismo) de esa ciudad, albergue por el que pasaron en los días convulsos de la guerra Lluís Companys, Largo Caballero, el propio Azaña, André Malraux, André Gide, Ilya Ehrenburg, Octavio Paz, Pablo Neruda y Antonio Machado. Con esa carga de republicanismo que asociamos al nombre, crear un rey que se llame Benicarló VI me parece genial.

He dejado para el final la razón de más peso, a mi entender, para valorar un libro: la apreciación completamente subjetiva y sensorial -¿pueden haber otras?- de mi paladar de lector. España me ha gustado.

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